Perdiendo a Papá: Historia de un Duelo

Quizá esto que estoy a punto de escribir, sea la experiencia que más me hizo crecer, no por su valor a nivel de estudios sino por el dolor que me tocó enfrentar. Siempre me consideré una persona dichosa por haber tenido una relación excepcional con mi papá. Teníamos nuestros propios secretos y nuestras claves para hablar. Compartíamos felicidades y tristezas, compartíamos el amor de padre e hija e incluso compartimos un pequeño celo inocente por la atención que mi sobrina recién nacida había robado en mi mamá. Me enseñó a tratar a los demás como me gustaría que me trataran a mí puesto que nada se podía pedir si no era por medio del ejemplo. Pero sobretodo, era una persona que irradiaba luz por donde iba, la gente que lo rodeaba lo admiraba y respetaba. Era mi ejemplo a seguir.

Empezó a fumar desde los catorce años. Intentó dejarlo muchas veces hasta que por fin lo logró pero era demasiado tarde. A pesar de mantener siempre su mente positiva y de creer en el poder de la mente, el cigarro ya había endurecido parte de sus pulmones, el diagnóstico: Enfisema Pulmonar. Si me preguntan, en el momento no lo consideré grave, tal vez porque no quería creer, es decir, no tenía la palabra "cáncer" en el inicio. Pero poco a poco vi cómo su salud se deterioraba, hasta que dos tanques de oxígeno no eran suficientes para alimentar sus pulmones.

El 17 de febrero del 2011, sus pulmones cedieron y junto con éstos, su corazón. Sus últimas palabras fueron: "siento que me duele el alma". Ahora entiendo cada vez más estas palabras. En el momento de su muerte tengo que aceptar que no creí que ya no lo volvería a ver además, sentí alivio de ver que ya no sufría. Después de ser una persona que medía 1.72 mts y de pesar más o menos 200 lbs. su cuerpo venía metido en una pequeña caja rectangular como de zapatos muy pesada, aunque definitivamente ya no pesaba las 200 libras. 

No había tiempo de llorar, tenía que pensar en la empresa que él nos estaba dejando a mi hermana y a mi. Eran problemas diarios que básicamente nos habían convertido en bomberos extinguiendo fuegos, lo que era para mí un excelente escape. Otra forma de escapar fue que me volví un poco más irónica con la muerte puesto que hacía bromas respecto a la misma, todavía lo hago. 

Hasta que dos años y cuatro meses más tarde cerramos la empresa. Esa gran ola de problemas había cesado, pero venía una nueva. Sin grandes problemas en mi vida,  me tocaba enfrentar la realidad: mi papá no estaba. No había estado para mi boda, no estaría para cuando mis hijos nacieran, no estaría en las grandes ocasiones pero tampoco en las pequeñas. Me sentía sola. A pesar de tener a mi esposo, nunca se puede sustituir el amor de nadie. Me hacía falta y no había forma de lograr que regresara. Lograba llorar unos cuantos minutos algunos días pero no eran suficientes. Un día del mes de diciembre del 2013, decidí que tenía que llorarlo por un día completo. Apagué teléfonos y todo lo que me pudiera distraer y lloré. Lloré desde que amaneció hasta el atardecer. Pensé que había sido suficiente. ¿La verdad? No lo fue.

Un duelo no es un proceso de un día. Es un proceso de meses -no quiero decir años por salud mental-. Sin embargo, he tenido la suerte que en mi camino se han presentado personas maravillosas que me han ayudado a descargar la tristeza y apoderarme de la alegría de los recuerdos. ¿El resultado? Pude ir después de muchos años al cementerio donde se encuentran sus cenizas. Me recosté a la par de su pequeña tumba y hablé con su alma. 

Hoy puedo decir que lo extraño, pero los sentimientos no son los mismos que tenía hace, incluso, un año, se han transformado. Ya no duele físicamente y ya no se siente una daga en el corazón. Tal vez "duele en el alma", a otro nivel pero menor, porque te das cuenta que realmente lo que hace falta es la parte física, porque la parte de los recuerdos siempre está e inconscientemente siempre sé lo que me hubiera respondido en cada situación de mi vida. En los sueños le puedo hablar, más bien me habla. Él está bien y me está cuidando. Y con estos sueños siempre regreso a una canción que me gusta mucho de la Oreja de Van Gogh que se llama "Historia de un Sueño" la parte específica que oigo en mi mente, como si fuera una canción del cielo es: 


"Mañana ni te acordarás,
"tan sólo fue un sueño" te repetirás.

Y en forma de respuesta pasará una estrella fugaz."    

Y siempre, después de soñar con él, una estrella fugaz pasa frente a mi. 

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